PESADILLA EN LA COCINA… Y EN LAS AULAS



Aunque uno cree tener los gustos televisivos bien educados y presume de ser muy selectivo con la programación, de vez en cuando soy “pescado” por el anzuelo de algún programa que no esperaba yo en modo alguno me sedujera. Habitualmente ocurre cuando alguno de mis mellizos se sienta en mi regazo y se va quedando dormido, mientras mi brazo es incapaz de alcanzar el mando a distancia para cambiar el canal. De este modo, eventualmente, soy introducido en un nuevo mundo, hasta el momento para mi desconocido, que sin duda abre mis horizontes de hasta dónde puede alcanzar la estulticia humana. 

En las últimas semanas, ha sido “PESADILLA EN LA COCINA” la que ha conseguido lanzarme su gancho nocturno. Vaya por delante que el programa no me parece gran cosa y que a mi juicio, abusa del formato televisivo que provoca que casi todos los episodios se parezcan entre sí. No obstante, el Chef Chicote, con su apariencia montaraz que contrasta con su efectiva ternura, logra arrancarme sonrisas con su espontaneidad castellana. 

Pero lo que me mantiene atento a la pantalla es la constatación de que en este país, aquello de que “la ignorancia es muy atrevida” parece cobrar cariz de verdad inmutable. No quepo en mi asombro, viendo la cantidad de atrevidos que emprenden un negocio de restauración sin tener absolutamente ninguna idea sobre el funcionamiento del sector, contratando amigos sin otro criterio selectivo que el de la propia camaradería y acumulando yerros pueriles que al menos apoltronado en mi salón semejan fácil enmienda. 

Y es en el momento en que la sorpresa del espectador alcanza su cenit, que el gran Chicote empieza a aplicar sentido común a base de improperios y el calamitoso establecimiento es transformado en aspirante a la estrella Michelín. 

Y no puedo sino imaginar un programa parecido que se podría llamar PESADILLA EN LAS AULAS, pues encuentro muchas similitudes en mis visitas a centros educativos con motivo de los cursos que imparto de formación al profesorado, con lo comentado sobre las cocinas visitadas por Chicote. 

Sin perjuicio de los centros educativos que están llevando su labor educativa de forma ejemplar y sin minusvalorar los esfuerzos de muchos otros por adaptarse a las  nuevas realidades, supongo que a nadie se le escapa el detalle de que hay colegios que deberían pedir ayuda a algún Chicote educativo. Me refiero a esos que presumen de haber renovado su  mobiliario en las aulas y aquello sigue pareciendo la serie “cuéntame”, los que son dirigidos por personas sin ninguna dote de liderazgo o los que los problemas de relaciones entre docentes darían para una telenovela venezolana, por poner algún ejemplo. 

Estimo que muchos de los lastres de estos centros que están desgraciadamente repercutiendo en la formación de sus alumnos serían fácilmente subsanables si alguien con experiencia, evidenciara con claridad, lo que ordinariamente todos saben y nadie se atreve a decir. Y en esta linea, creo que la tendencia que observo en los centros innovadores, de compartir gratuitamente  sus buenas prácticas, alejándose de una absurda competitividad que antaño enfrentaba colegios en la lucha por un ranking imaginario o por la captación de nuevos alumnos, es una de las claves de mentorización en esta area. Así, las redes sociales se están convirtiendo en un elemento clave en esta tarea de modelaje que no podemos desdeñar y a la que debemos estar muy atentos. 

No obstante si los colegios que necesitan ayuda no son conscientes de su debilidad y no buscan mejores modos de hacer las cosas, quizá haya que empezar a enviar a Chicote a patear traseros.  

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