Howard Gardner habla de la inteligencia como la capacidad de resolver problemas y crear productos que sean útiles en una o más culturas. Eso nos lleva a pensar que si la vida se trata de resolver los problemas que nos vayan surgiendo, principalmente el de la supervivencia y seguir escalando por la conocida pirámide de Maslow hasta resolver los problemas metafísicos de la trascendencia y el sentido de la vida, también sería harto inteligente quien buscara un entorno que no le proporcionara demasiados problemas a resolver.
Eso no siempre es posible. A veces, la realidad social asemeja invadir el espacio vital propio, generando unos contextos problemáticos que obligan a la resolución de más cuestiones que las naturalmente gestionables. Esta es la realidad de gran parte de nuestra juventud que ante las apocalípticas expectativas laborales, procura enfrentar el fantasma del desempleo acumulando cada vez más formación con el fin de adquirir un curriculum aceptable (aceptable en el sentido literal de la expresión, es decir, que al menos acepten recibirlo) aunque sea para trabajar en un puesto que nada tenga que ver con la formación recibida.
Esta realidad está provocando que la competencia sea feroz, ya que si antes te distinguías por tener un master, ahora eso no marca la diferencia. Todo el mundo tiene un master. Parece que habrá que tener dos o tres. El idioma tampoco hará que te desmarques. Se acabó lo de poner en el CV “nivel de inglés: medio” , todo va acreditado con B1, B2, C1, etc. Y basta con ver las colas de entrada a los exámenes de academias privadas en el mes de junio o de matriculaciones en las escuelas de idiomas para hacerse una idea de cuánta gente compite por esos certificados.
De modo que parece que el tener un CV muy abultado se va a convertir en una especie de carrera de obstáculos y resistencia más relacionada con las posibilidades económicas que con las capacidades de la persona. El que pueda aguantar más tiempo formándose porque tiene más dinero para pagárselo será el del curriculum más valioso. De eso no cabe duda. La cuestión es si será la persona más valiosa para desempeñar el puesto correspondiente.
¿Y si empezáramos a valorar más esa capacidad de resolver problemas? Quizá debamos valorar entonces, que quien opta por cambiar de contexto, a donde los problemas a resolver no estén tan relacionados con una única solución lineal relacionada con la capacidad económica, esté siendo el más inteligente y por tanto el que nos interesa no perder. Igual hay que ir pensando en dar una patada a tanto título para romper esta baraja de desigualdad que se nos impone muchas veces y considerar que puede que hasta el mismo Dios (si es que existe) se pase los títulos por aquel sitio como canta Migueli en este video.
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