Ocurre con frecuencia que los padres al preguntar a su hijo sobre las asignaturas que tiene en cualquier curso, no se aclaren mucho porque siguen con la concepción de las que ellos cursaron. Le pasaba a mi padre conmigo y me pasa a mi con los chavales de hoy en día.
Para entender una realidad compleja (cualquier
realidad a partir de dos elementos puede ser ya compleja, pensemos si no en el
matrimonio, basta juntar dos elementos para que esa relación no la entiendan ni
los mismos que la forman) habitualmente la dividimos en partes para poder
analizarla. Un ejemplo claro es la medicina. La salud afecta a todo el cuerpo,
con tener un órgano dañado, todo tú te sientes mal. Sin embargo el cuerpo
humano es bien complejo, de forma que la medicina se divide en especialidades y
los médicos se forman centrando su saber en un sólo órgano. Otra perspectivas
médicas como la naturalista buscan el equilibrio de todo el cuerpo para sanar
la parte dañada.
Del mismo modo ocurre en la educación. El saber,
en cuanto contenido teórico, o currículum, como lo denominamos en educación,
cada vez es más complejo. Lo que las Administraciones consideran que un joven
debe saber al terminar su formación obligatoria cada vez es más amplio. Y todo
ello se recibe de una manera fragmentada para poder ser entendido en sus
partes. Pero no podemos olvidar que el sistema educativo que hemos heredado del
siglo pasado está concebido bajo el paradigma de la revolución industrial y
fuertemente influido en su configuración por este. Así lo mismo que en las
fábricas de entonces se fortaleció el modelo del trabajo en cadena donde cada
operario sabía lo que tenía que hacer con su pieza y no necesitaba saber
realizar la tarea del compañero, del mismo modo se fueron estableciendo las
asignaturas.
Esto nos ha llevado a un punto en el que las
asignaturas no se explican en relación unas con otras. Es más, ni siquiera a
los profesores se les ocurre trabajar de manera cooperativa. Y tenemos como
resultado jóvenes que son buenos en lengua pero incapaces en matemáticas y nos
parece normal, lo tomamos como un problema de habilidades. Pero si hemos
determinado que esos conocimientos son los mínimos que un ciudadano necesita
para valerse en la vida, se contradice con la aceptación del aprobado por
asignaturas. Es como si el coche de la cadena de montaje pudiera pasar los
controles de calidad para salir al mercado si tiene los tornillos bien
apretados pero la pintura sólo por un lado. “Es que este coche es más de
tornillos que de pintura“ dirá el jefe de fábrica. No tiene sentido.
Es necesario repensar el sistema educativo
volviendo a pensar en global desde la complejidad de todos sus elementos para
que pueda darnos los resultados esperados.
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