Hoy todo el planeta llora la
muerte de Nelson Mandela, defunción que no pilla de sorpresa después del último
medio año tan enfermo y su avanzada edad. Los medios de comunicación hacen su
resumen de la vida de este hombre, por supuesto cada uno desde su enfoque
político/editorial/ideológico. Las redes sociales se inundan de fotos y frases
de la leyenda, que ya es este hombre, a modo de homenaje, y supongo que durante
este fin de semana alguna televisión ya estará preparando la proyección de
“Invictus” y que la nueva “Mandela:
Long walk to freedom” estrenada ayer mismo en Londres, aumentará sus índices de
audiencia debido a este acontecimiento.
Yo quisiera en estas líneas
expresar lo que Mandela ha hecho por mi. A veces las personas con nuestras
acciones y omisiones influimos en otras personas para tomar decisiones, elegir
rutas determinadas o sencillamente inspirar ideas originales. Con frecuencia desconocemos el alcance de esa
influencia cuando es un poco más
allá de nuestro entorno más cercano. Y mucho más desconocido es para un líder mediático, el alcance
motivador que puede llegar a adquirir sobre tantas vidas anónimas desconocidas.
Yo soy una de esas vidas anónimas,
que cuando tenía 16 años conocí la figura de Nelson Mandela gracias al
macro-concierto de Wembley en 1988 en el que todos aquellos músicos que yo
admiraba o escuchaba, pedían la libertad de un hombre para mi desconocido. En
mi todavía adolescente razonamiento, sólo fui capaz de captar que si todos
aquellos cantantes (¡¡estaban todos!!: Sting, George Michael, Eurythmics,
Phil Collins, Natalie Cole, Tracy Chapman, Fish, Paul Young, Bryan Adams, Bee
Gees, UB 40, Miriam Mankeba, Simple Minds, Stevie Wonder, Whitney Houston, …) se
unían por una causa, como lo habían hecho años antes contra el hambre en África,
ésta debía ser importante.
Adopté la causa de la liberación de
Mandela como mía, interesándome por lo que estaba pasando en Sudáfrica y
tratando de leer las noticias sobre el tema. Por aquel tiempo aparece la
película “Grita Libertad” protagonizada por Denzel Washington en el papel de
Stephen Biko, compañero de lucha de Mandela y me impresiona muchísimo la
realidad del apartheid y las violaciones de los derechos humanos. Año y medio
después Mandela era liberado y comenzaba unos cambios impresionantes en
Sudáfrica que terminan llevando a Madiba a la presidencia y realzando su figura
a nivel internacional.
¿Qué supuso todo aquello en mi vida?
¿Qué puedo decir que Mandela ha hecho por mi?
Lo primero, reafirmarme en mi opción
de la No-Violencia como camino para la resolución de conflictos. Eso supuso mi
vinculación a “Gesto por la Paz” en los años más duros de ETA. En aquel tiempo
yo vivía en Bilbao y la violencia terrorista nos mantenía a todos amedrentados
y sin pronunciarnos. Asustaba con 17 años plantarse a la vista de todos los
vecinos para decir que estábamos cansados de muertes. Pero el ejemplo de
hombres como Mandela que estaban dispuestos a jugarse la vida o la libertad por
aquello que creían, me estimulaba a imitarlos. Recuerdo que cuando me
intentaban persuadir de que quizá todavía no era el momento para este tipo de
manifestaciones en el País Vasco, me apoyaba en la consigna de MLK que también
repetía Mandela: “Siempre es el momento oportuno para hacer lo correcto”.
La segunda enseñanza que aprendí de
Mandela para toda la vida, fue que el camino a la perfección está lleno de
imperfecciones. Mandela inicia su lucha contra el apartheid desde la
perspectiva de la no-violencia, pero los asesinatos de Sharpeville en 1960, le
hicieron sumarse a la lucha armada durante un tiempo. Muchos ven en ello una
mácula en su historia, yo, después de convivir con mucha miseria y mucho
sufrimiento trabajando en Centroamérica y también con mucha violencia absurda,
especialmente en las calles de Guatemala entre las maras, he descubierto que a
veces la rabia por la situación nubla el juicio, y sólo la madurez de las
opciones te mantienen en la coherencia. Pero ésta no se alcanza sólo por
definirse, tiene que construirse. Uno no se convierte en no-violento el día que
se declara como tal. Ese es el inicio de un camino en el que se caerá muchas
veces como decía Gandhi.
Lo importante es que tras muchos años
de cárcel, la soledad de la prisión en vez de engendrar amargura y rencor,
produjeron reconciliación y comprensión y el fruto lo vemos hoy en una
Sudáfrica a la que le falta mucho camino todavía pero que logró dar un paso de
gigante al desterrar el apartheid.
Por último, para mi Mandela es un
ejemplo más, de que los sueños se
consiguen, pero que hay que saber esperar, esforzarse, no perder el objetivo de
vista y no rendirse. Supongo que es difícil imaginarse como presidente de un
país donde los negros tengan plenos derechos cuando acaban de condenarte a
cadena perpetua precisamente por luchar por esa causa.
Cuando sabes el final de la historia
todo parece más fácil. Pero olvidamos que ninguno de nosotros sabe cómo
evolucionará su propia vida. Mantenerse fiel a los principios y valores y
perseverar en alcanzar el sueño que nos hace trascendentes es lo que nos define
como humanos. Como decía Shakespeare: “Estamos hechos de la misma materia que
nuestros sueños”.
En fin, Mandela, un hombre para la
historia, un hombre para mi historia. Gracias por ser ejemplo y estímulo. Desde
donde estés, continúa alentando el camino de los que luchan por un mundo más justo.
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