QUE A NADIE LE APRIETEN LOS ZAPATOS: LA INDIVIDUALIZACIÓN EDUCATIVA


Ayer tuve el privilegio de asistir a una conferencia de Javier Touron sobre la individualización del proceso enseñanza-aprendizaje con motivo del acto inaugural en un colegio.  Dos ideas sencillas pero potentes, captaron de modo especial mi atención. La primera, la metáfora del tamaño de los zapatos. Tan simple como explicar que dos niños de 5 años no tienen por qué tener el mismo tamaño de pie, con lo cual la talla de calzado que usan es distinta y a nadie se le ocurre ponerle a todos los niños de 5 años el mismo calzado  sencillamente por tener la misma edad.

Esto que semeja tan obvio, lo pasamos por alto en el mundo educativo, especialmente en las edades más tempranas, donde agrupamos por criterio de edad, dando por su puesto, que a misma edad, mismo desarrollo y por tanto mismas necesidades, cuando a todas luces es una barbaridad como calzar a todos los niños un 25 por estandarización. Si yo mismo me doy cuenta que mis mellizos tienen necesidades educativas diferentes habiendo nacido el mismo día y recibido la misma influencia (Mis mellizos y las I.M.) ¿cómo no va a percatarse  el maestro/a de la desemejanza entre los nacidos en enero y los de diciembre en una clase de infantil? Pero esta es la perversión del sistema.

¿A qué se debe que se mantenga un criterio de agrupación y por tanto de trabajo en grupo tan absurdo?  Sin duda a la asimilación de un discurso que confunde igualdad con equidad.  Y esta sería la segunda idea importante que llamó mi atención.
Retomando el símil de los zapatos, igualdad sería el derecho de todos los niños de 3 años a llevar zapatos. Pero no a calzar todos el número 25, porque probablemente sólo a algunos de ellos les ajustaría esta medida. Algunos necesitarían una talla mayor y otros una menor. La equidad correspondería a conseguir que, en base al derecho a llevar zapatos, cada cual tuviera un par de su talla.

No se trata por tanto de ser iguales. Precisamente lo que distingue a la especie humana es la diferencia, la maravilla de que no haya dos rostros iguales, dos personalidades iguales, dos procesos iguales. La bendición de ser cada uno de nosotros único e irrepetible. Y el reto desafiante de descubrir la propia vocación y poder llegar a ser yo mismo.

Mis dos hijos acaban de iniciar su escolarización en infantil y están juntos en la misma clase. ¿Qué espero de este curso? Que Diego alcance el máximo de su rendimiento desde las posibilidades que le dan sus capacidades poniendo el mejor de sus esfuerzos que le permiten sus 3 años de edad. Y que Rodrigo alcance lo mismo. Y por tanto que los resultados sean totalmente diferentes, porque tienen diferentes capacidades, muy distintas. Pero que cada uno dé lo mejor de sí mismo y alcance su mejor talla de desarrollo posible. Si al final de curso lo que tengo son dos niños exactamente iguales, me preocuparía mucho. Habría sido un fracaso educativo.


No tengamos por tanto miedo a la diferencia. Temamos que cada niño, cada joven o cada adulto no pueda aportar su singularidad a esta historia de la humanidad. Temamos a perder el talento personal y a una estandarización que iguala a todos por debajo, tomando los mínimos como criterio, cuando la grandeza humana está en que todos podemos ser igual de grandes, igual de desarrollados en nuestro ser, es decir, todos en el máximo posible de cada uno.

2 comentarios:

  1. El señor Turón lleva ya muchos años con el ejemplo de los zapatos, De hecho, ya en el 2002 utilizó el mismo símil en un artículo publicado en Diario de Navarra ('La excelencia como meta educativa'). Ya entonces, pecó de la utilización de términos genéricos ('muchos', 'algunos', 'en ocasiones', 'en general' ,,,) que dejaban entrever un desconocimiento del funcionamiento real de los centros educativos y, unido a ello, un tono platónico-orteguiano bastante elitista. Como veo que tiene seguidores (no esperaba menos) me habría gustado que ellos, como es su caso, subsanasen los errores lógico-científicos de Tourón, pero ya veo que no es así. Excepto los escritos y conferencias de las personas que hacen negocio con el tema, no hay un sólo estudio científico que demuestre que la separación por capacidades suponga una mejora en la enseñanza, ni siquiera para los supuestamente más capaces.
    Respecto al motivo que aduce (la confusión de la igualdad con la equidad) para que el alumnado se agrupe por edad, debe decirle que jamás he oído semejante explicación (es decir, que se hace para favorecer la igualdad) en nadie que haya tenido que ver con la gestión educativa. Es mucho más elemental, Ignacio, es el modo más simple y económico de hacerlo. ¿Cómo se conocerían, en tu modelo, las capacidades del alumnado: a priori, preguntando a los padres, por inspiración divina, utilizando algún test previo pago a las empresas suministradoras...? No confundamos a la gente con propuestas que dan la impresión más de justificar unos ingresos que de buscar una mejora real de la enseñanza.

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  2. Gracias Kilker por el comentario. Se agradece siempre la participación, esa es la idea del blog, suscitar debate. Respondo a tu comentario:

    Que el señor Tourón lleve años utilizando la metáfora de los zapatos para explicar su planteamiento, no hace menos válido el ejemplo. En todo caso demuestra que la metáfora sirve por lo comprensible y clara de la imagen, que es el objetivo de la misma.

    En segundo lugar, yo no soy seguidor del señor Tourón ni de nadie. Yo soy un educador que ha asistido a una conferencia de otro señor y escribo en mi blog la reflexión que ello me suscita. Coincido plenamente a nivel ideológico con lo que este señor expone en esa conferencia concreta, pero no conozco a fondo su pensamiento, su investigación, su práctica pedagógica y por supuesto mucho menos su vida privada. A partir de esta coincidencia presumo que si leo más de lo que él escribe probablemente me guste. Pero también puede que no. El tiempo me enseñó a huir de idolatrías y saber distinguir lo que me gusta de una persona de la veneración a la persona en sí misma. Me gustan la mayoría de las canciones de Sabina, pero no me gusta Sabina. No soy fan de nadie.

    Por tanto no es mi cometido, como dices, subsanar los errores lógico-científicos de Javier Tourón. Tampoco lo sería aunque fuera su mayor fan. Entiendo que esa labor corresponderá en todo caso a otros miembros de la comunidad científica. No obstante, me extraña que una persona como Tourón, con el recorrido investigador, las publicaciones realizadas y su trabajo en la Universidad, esté haciendo todas estas afirmaciones sin base científica alguna, con el único objeto de hacer dinero impartiendo conferencias como insinúas.

    Un detalle más para terminar, yo en ningún momento he hablado de separación por capacidades, en todo caso he hablado de agrupamiento. Mi acento va puesto en la personalización e individualización del proceso enseñanza-aprendizaje. Que se preste atención a cada alumno según su proceso evolutivo y según sus capacidades y para ello no es imprescindible separar a los alumnos en grupos por niveles, hay metodologías de trabajo que permiten esta atención. El trabajo del aprendizaje cooperativo es una de ellas, muy utilizada ya en los niveles inferiores. La Flipped Classroom es otra metodología válida para cursos más avanzados.

    Por supuesto que el agrupamiento por edad es el modo más fácil y económico. Pero eso no es un criterio pedagógico. Las capacidades del alumnado se pueden conocer de muchas maneras. Y sí, preguntar a los padres es una de ellas. Yo conozco perfectamente las capacidades, el potencial, y el punto de desarrollo en que están mis dos hijos de la misma edad. Los test y las pruebas también existen y no sé por qué metes lo del pago a empresas como descrédito.

    No sé a qué ingresos te refieres cuando sugieres que esta propuesta intenta justificarlos.

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