Se habla mucho de educación 2.0 o incluso 3.0 y es
verdad que quienes estamos más activos en las redes descubrimos cada día
maravillosas iniciativas que realmente están colocando el mundo educativo en
una nueva dimensión, que si prospera, podría dar lugar a una escuela
actualizada al presente y comprometida con el futuro.
Sin embargo, no podemos ignorar que hay un tremendo
desfase entre unos pocos centros y educadores (cada día más, afortunadamente) que
están realmente haciendo una aportación significativa a la innovación educativa
y los muchos que se han quedado anclados no sólo en el 1.0 sino posiblemente en
el 0.1
Estar en la Red no consiste únicamente en tener una
web o un blog, sino en aportar algo que enriquezca construyendo conocimiento. A
mi juicio, el modelo de escuela hacia el que caminamos, supone que la escuela
no es únicamente un espacio físico donde los alumnos van a aprender sino que lo
que hacen esos estudiantes en la escuela repercute de alguna manera en su
entorno (barrio, ciudad, comunidad educativa). Ello implica que las puertas del
colegio deben estar abiertas. Para entrar y para salir.
Abiertas para que entre todo el que esté interesado
en saber lo que están haciendo sus hijos y cómo lo están haciendo. Abiertas a
todo el que crea que tiene algo que aportar que enriquezca la educación de esos
chicos y chicas. Abiertas a sugerencias de quienes están teniendo éxito en
cualquier ámbito que pueda interesar al funcionamiento del centro. Abiertas al
barrio para que manifieste las necesidades del contexto social más próximo.
Abiertas, a su vez, para que salga el conocimiento y las
iniciativas de los alumnos impactando en las necesidades del entorno social, a
través por ejemplo de un voluntariado bien organizado. Abiertas para poder
compartir los productos finales del aprendizaje y de esta manera enriquecer el
proceso evaluativo haciéndolo más real.
Abiertas para que salga a borbotones la alegría propia de la niñez y la
juventud que disfruta de crecer y aprender sanamente.
Y las puertas no son sólo las cancelas apoyadas en
sus bisagras que abre el conserje cada mañana, es también el acceso a toda esa
realidad que puede ofrecerse a través de la Red. Y en este sentido observo tristemente
que el mundo educativo tiene esas puertas clausuradas.
Que un colegio tenga una cuenta en twitter en la que
no tuitea a diario, es una puerta cerrada. Una página de Facebook donde sólo se
cuelgan fotos de las actuaciones de Navidad y fin de curso de los peques,
tampoco es una puerta abierta. Un enlace al blog del profesor de literatura
(que es el friki del cole) no descubre la realidad del colegio, sólo la de la
clase de literatura.
Pero la madre del cordero es lo que uno se encuentra
visitando las webs de los colegios. Durante este verano he visitado cientos de
webs de centros concertados y privados de España (sí, cientos) y me quedo
espantado de la falta de criterio generalizado que hay para hacer una web.
En muchísimas de ellas es imposible encontrar la
dirección postal para saber dónde está dicho colegio o el teléfono de contacto.
Se diría que no quieren que nadie les moleste. Y entonces ¿cómo vas a poder
saber si te interesa matricular en ese colegio a tus hijos, cómo enviar un
material educativo que les pueda servir o sencillamente un currículum si estás
buscando trabajo como profesor?
En otras te encuentras un diseño que parece un
collage realizado por los niños de infantil. Hay de todo, muchos colores,
muchos tipos de letra, pero nada relevante. Todo amontonado en una página de
inicio abarrotada y después navegas por las diferentes pestañas encontrando que
en muchas no hay nada, literalmente nada.
Están por fin las que se ve que han sido encargadas
al enemigo directamente, que les ha hecho muy baratitas las de todos los
colegios de la misma titularidad sobre una maqueta cutre y les ha dicho: “ya
vais rellenando vosotros los huequitos”.
Considero que la figura del Community Manager en los
colegios es una idea no desestimable, o al menos una dirección hacia la que ir
apuntando. No se trata de proyectar una marca personal, sino de asegurarse como
dije, que las puertas virtuales del centro estén abiertas para entrar y salir.
Y eso supone dedicación. Si queremos que los centros educativos sean realmente
espacios en la sociedad y para la sociedad, es preciso actualizarse a la nueva
cultura en red y trabajar en y desde ella. Resistirse al cambio es uno de los
peligros de inadaptación que provoca la extinción de las especies.
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