INTELIGENCIA EJECUTIVA

El coaching es ante todo una disciplina que enseña como llevar a cabo los cambios necesarios en cualquier proceso para conseguir objetivos de superación. La clave está en ayudar al coachee o cliente a descubrir qué es lo que tiene que hacer y encontrar en sí mismo la fuerza y la detreminación para llevarlo a cabo.

En el coaching, especialmente cuando se utiliza el método GROW, después de haber formulado con claridad los objetivos, asumir la realidad de la situación tratando de desbloquear las limitaciones y de contemplar las oportunidades, la última fase consiste en establecer la estrategia o el plan de acción. Y es aquí cuando las personas se empiezan a poner nerviosas viendo que la cosa va en serio.



Formular objetivos es algo ilusionante que gusta a todo el mundo, está relacionado con soñar, imaginar, proyectar. Te coloca anímicamente en un estado de esperanza, de utopía. Asumir la realidad del punto en el que estoy, que es la segunda fase del método, también suele gustar, porque contiene ese elemento de autoconocimiento, introspección, que todos deseamos por lo terapéutico de la aceptación de uno mismo. Descubrir las oportunidades, en el tercer paso, es entrar en el maravilloso terreno de la creatividad, y llegado este punto parece que uno es capaz de sentir que alcanza casi con la mano sus objetivos propuestos. Y entonces es cuando el coach pregunta:

- Muy bien ¿cuándo vas a empezar?
- A empezar ¿qué?
- Pues a empezar a desarrollar la estrategia que has ido diseñando para conseguir tu objetivo.
- Ah! Pues no sé.
- ¿Cómo que no sabes? Tú eres quien tiene que poner en marcha el proceso que te haga conseguir tu objetivo. Si ya sabes lo que tienes que hacer ¿Cuándo vas a empezar a hacerlo?
- Vale, pues… la semana que viene.
- Y ¿por qué la semana que viene? ¿Hay algo que te impida empezar esta semana?

Aquí es cuando el interpelado empieza a ponerse rojo y abre los ojos cada vez más semejando sorpresa por la insistencia del coach. Casi se pueden leer sus pensamientos: “pero este tipo ¿qué quiere, que lleve esto a la práctica de verdad?”

Si el coach es bueno, seguirá preguntando cual pescador que ha enganchado su pieza tirando del sedal, hasta que consiga arrancarle un día y una hora a la que empezar, además de un compromiso de perseverancia en su plan de acción.

-       Bueno, pues es verdad, nada me impide empezar esta semana.
-       Entonces esta semana. ¿qué día?
-       Cómo que ¿qué día?  (Esta es la parte que más me gusta, cuando alguien descubre que las semanas tienen días. Que decir que va a hacer algo en una semana es tan inconcreto que en realidad significa que no lo va a hacer)
-       Claro, ¿qué día de la semana?
-       Pues no sé, no lo había pensado.
-       Claro, por eso te lo pregunto. Para que lo pienses y lo decidas.
-       Pues el lunes no puedo porque tengo ocupado la mañana y la tarde y por la noche tenemos un compromiso familiar. Así que el martes.
-       Magnífico, el martes…  ¿a qué hora?  (llegado este punto el sujeto ya se ha dado cuenta de lo que significa concretar y que no le van a dejar en paz hasta que quede claro la hora de comienzo del plan de acción, así que con voz determinada dice la hora)
-       A las 6 de la tarde.
Generalmente el coachee piensa que ya está finalizado el asunto, pero no. El coach insiste con otra batería de preguntas:

-       ¿qué impedimentos podrías encontrar en empezar el martes a las 6?
-       ¿cómo solucionarás esos impedimentos si se presentan?
-       ¿cómo harás para asegurarte que nada te detiene de comenzar tu plan de acción?
-       ¿a qué hora quieres que te llame para que me cuentes que ya has empezado tu plan?
-       ¿cómo harás para perseverar en tus intenciones?

La incomodidad que generan habitualmente estas preguntas demuestra lo poco concretos que somos para llevar a cabo cualquier plan. Pensamos mucho, imaginamos cómo debería ser, pero nos cuesta llevar las cosas a la práctica con determinación. Y este es precisamente uno de los factores de la excelencia en cualquier terreno.

Desde jóvenes, la diferencia entre el buen y el mal estudiante suele decidirse en la determinación en ponerse a estudiar. Quien comienza con “después de comer”, pasa fácilmente a “quería decir después de la siesta”, que se transforma en “cuando termine este programa en la tele” y culmina en “ya mejor mañana…”.

Jose Antonio Marina habla de “inteligencia ejecutiva” refiriéndose a que inteligente no es el que sabe encontrar las soluciones, sino el que conociendo la solución la aplica. Hablamos mucho en educación de inteligencias múltiples, pero no podemos perder de vista que todas ellas precisan de la determinación para ponerlas en práctica de modo que, siguiendo la definición de Howard Gardner de inteligencia, generen productos útiles en una o varias culturas.


Esto es algo que también se educa y que no podemos descuidar en la formación de los estudiantes. Los contenidos del aprendizaje deben ser para su aplicación y el elemento práctico debe cobrar una mayor relevancia en las programaciones hasta que no resulte raro que alguien nos pregunte por las concreciones de nuestras determinaciones.

1 comentario: